viernes, 30 de agosto de 2013

Nubes y lluvia enhornando, el mes de agosto termina.

Esta mañana amanecía el suelo mojado, el sol brillaba pero nubes amenazantes subían por el horizonte.


El patio del Museo de la Alfarería se llenaba de piezas, cantaros, vasijas, tiestos, llorones, copas, botijas, jarrones, belenes, bebederos, huchas, búcaros, orzas, colaores, ...


La cantarera, lleva la obra realizada durante todo un año al horno, mañana cocerá el trabajo realizado, su obra ira llenando el suelo del patio que tantas veces a pisado con sus cantaros en la mano. 

Mira al cielo y pide que el señor no se acuerde de que está aquí, que no llueva, que le de tiempo suficiente para poder  meter todas las piezas en el interior de la cámara superior.

El barro crudo al agua se deshace y todo el trabajo se puede perder. Las piezas se amontonan no al azar, estratégicamente colocadas para facilitar la tarea del enhornado, aunque no todo los bien ordenadas que le gustaría a la cantarera, las prisas y el miedo a la lluvia restan rigurosidad a esta labor.

La mañana avanza entre risas y bromas, trabajo y espera.

Nuestra  protagonista es hoy el centro de las miradas y comentarios de vecinas y familiares, el motivo es que la noche pasa,  en las rifas de los oficios  se  quedó con la mayordomía de San Agustín y la Virgen del Valle, por que tal y como comenta su madre lo tenía ofrecido... sus familiares bromean y comentan como se van a organizar para "llevar la vara"...



Las piezas empiezan a llenar el horno y las nubes a ganar terreno peligrosamente, la cantarera en la puerta acerca las piezas a los muchachos que las colocan con mucho cuidado y gran destreza.



Y con todo este ir y venir de gente que mira observa, descubre y disfruta de este momento llegamos al medio día, algunos nos vamos pero Claudia "La Cantarera" y Rubén el "Hornero" se quedan, la lluvia es inminente y aun queda mucho espacio en el interior.


Oigo la lluvia desde la Oficina de Información Turística, me asomo a las ventanas del museo, veo el horno con la puerta cerrada y pienso en las piezas, esas piezas realizadas con esmero y cariño, ese barro modelado en el torno de la cantarera, esos cantaros que nos recuerdan de donde venimos, nuestros orígenes, nuestra historia alfarera, nuestras raíces... pero ya están a cubierto.


Y llueve, y llueve y sigue lloviendo un ratito más, pero al final deja de llover.

La cantarera, la Claudia, sus hijos, sus herman@s, familiares y amigos siguen con el trabajo empiezan a llevar piezas a la boca del horno, se mira al cielo, se encajan unos tiestos, se traba con piezas pequeñas y vuelve a salir el sol...
Vuelve el ir y venir de gente...


 Y vuelven a ir y vinir "Los Cantaros".





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